sábado, 8 de febrero de 2014

De los reflejos y otros delirios



La lista de reproducción en su celular se hallaba en la última canción, Él, a oscuras, recostado en su cama boca arriba movía los labios dibujando con ellos cada una de las palabras, cási saboreándolas; le gustaba adoptar la postura que un cadáver tiene en su ataúd para pensar en ciertas cosas.

Y ahí estaba: rígido, con las manos cruzadas sobre el pecho; probablemente pensaba que al simular ser un muerto, sin preocupaciones, sin agendas ni horarios podría de cierta manera aislarse del mundo y pensar.

Cuando la última canción se hallaba por finalizar dando su último verso: "Is that alright with you?" algo dentro de sí despertó sus ganas de salir corriendo, ah si! y gritar, y maldecir a diestra y siniestra... No pudo. No fue capaz de hacerlo aquella noche, culpó al frío y la llovizna el hecho de no haber salido a hacer lo que quizo. Era la primera vez que este sentimiento le surgía, pero no le dió importancia. Durmió y fue la noche primera.

La mañana siguiente, al despertar por los gritos de la alarma fue a mirarse en el espejo, "puede que hoy sea un hombre distinto al de ayer"-se dijo-. Miró profunda y meticulosamente en sus ojos buscando algún cambio en ellos, creía firmemente que eran el espejo del alma, y pensó, "si hoy soy otro hombre algo debería haber cambiado aquí dentro..." Media hora estuvo buscándose a sí mismo en el espejo, media hora inclinado como quien ve por la mirilla de la puerta cuando alguien golpea en ella. Al final y cansado de buscarse salió a trabajar.

Esa noche también se recostó entre muerto y meditabundo a pensar nuevamente, recordaba nítidamente su reflejo en el cristal esa mañana. Había imaginado tener un gemelo, alguien físicamente igual a Él pero diferente en todo lo demás. Imaginó que este gemelo podría ayudarlo con sus crisis, despúes de todo lo conocía, ambos se conocían, lo había visto cada mañana en el reflejo desde que era un niño.

Deseó con tantas ansias hablarle, y pensaba que tipo de charla podrían entablar ellos dos, esta vez imaginó su reflejo bajo otro ángulo, dándole las espaldas. Él iría a tocarle el hombro mientras hablaba, esperando un consejo de su parte.

- Mira, ambos nos conocemos, necesito alguna palabra de aliento, un consejo, una bofetada si hace falta. (suspiró) siento que mi vida se encuentra en pedazos, no tengo idea de como llegué a este punto, o como reconstruir lo que había tenido, ni siquiera de por donde empezar. Tú que me conoces, dame un consejo para sobrellevar esta carga que me aturde por momentos.

- Tres -contestó el reflejo y dio media vuelta para mirarlo fíjamente-

Le sorprendió que el reflejo hablase, y más aún que la respuesta sea un número.

- Tres? es eso una calificación, si lo es dímelo. En que puedo mejorar? Qué estoy haciendo mal?
- Tres -volvió a contestar, dió otra media vuelta quedando de espaldas-

"Deberían verme" -se dijo-, "aquí, simulando una conversación con un yo que probablemente no existe, y qué hago? hacer que responda una sola palabra, cuanta elocuencia de mi mente."

El despertador profería alaridos nuevamente. Eran las 7 am del día segundo. Esta mañana lo único que se le ocurrió cuando miró su reflejo es sacar su dedo medio y sonreír sarcásticamente mientras se lo mostraba. Estaba consciente de que aquello era un sueño que surgió de los pensamientos a los que le llevo la meditación del sopor consciente, sin embargo su mente repetía la palabra tres, aún sin que fuese su voluntad. La dichosa palabrita había martillado el día entero su cerebro... "tres, tres, tres..."

Llegada la noche y después de un té de hierbas se dispuso nuevamente a divagar con su reflejo, primero para disculparse con Él por el gesto rudo de la mañana, y segundo a ver si esta vez cambiaba de discurso, o de número al menos...

- Oye, disculpa lo de esta mañana, debes comprender el manojo de nervios en el que me he convertido desde que tengo esta serie de problemas, y precisamente por ello, para intentar resolverlos pensé que me vendría bien un consejo de alguien que me conoce de tanto tiempo. No sé que hacer ahora con mi vida, es un hecho, pero al menos tengo alivio pensando que me escuchas, de esta manera puedo liberar un poco el estrés que llevo a cuestas. Por favor dime algo, ayúdame a sobrellevar mi existencia.

El reflejo se encontraba tal y como se había quedado en la última ocasión: dando las espaldas. Había escuchado pacientemente todo el discurso sin mover ni un pelo. Cuando el reflejo sintió que habían terminado las quejas, y que cada nueva palabra solamente demandaría una respuesta por su parte dió media vuelta para ver de frente a su interlocutor.

- Tres -le dijo-

Pero esta vez no dio media vuelta, simplemente se quedó mirando al frente y sonriendo de medio lado.

- Tres nuevamente?! Basta! quize encontrar un aliciente a mis penas contigo, pensé que me ayudarías al ser una parte de mí, pero estuve equivocado, incluso mi mente ha jugado conmigo!

Se encontraba paranóico, vociferaba cada insulto conocido mientras se arrancaba los cabellos de rabia... en esto una nube gris, similar a la neblina iba cayendo mientras Él sentía que su voz se apagaba con cada segundo que transcurría, quizo seguir gritando, pero sus esfuerzos eran inútiles. Todo se apagó.

Abrió los ojos hasta casi salírsele de las órbitas y soltó un grito cortado. Lo anterior había sido un sueño, igual que la vez pasada. No había amanecido aún ya que todo estaba muy oscuro, le reconfortaba saber que tendría unas horas más de descanso hasta que el día siguiente arribara.

Y ahí estaba, en silencio, en su posición de muerto meditando, con los ojos abiertos, escrutando el oscuro, cuando a su nariz le llegó un olor a húmedo, a tierra mojada. Pensó que podrían ser sus zapatos, que los había traído mojados anoche y debieron estar llenos de lodo, así que se dispuso a levantarse para llevarlos fuera de la habitación y así eliminar el olor desagradable. Al mover los brazos para estirarlos antes de levantarse como hacía habitualmente sintió el contacto de su mano con algo frío y liso, "El espejo" -pensó-. Siguió recorriendo con sus manos para buscar la forma rectangular del que él muy bien conocía, tenía un tamaño aproximadamente de la mitad de su cuerpo, de modo que el reflejo abarcaría desde su cintura a su cabeza, tal como el espejo de su baño. "Pero, que hace el espejo a esta distancia y en mi cama? De qué manera está sostenido?" le vinieron ideas de un espejo colgante, una broma de sus amigos que probablemente lo habían espiado mientras escrutaba su reflejo.

Con la rabia y el susto del momento cubrió su cara con una mano, y con la otra golpeó lo que creía era el espejo, el cual se destrozó en filosos fragmentos que le cayeron encima. Intentó nuevamente sentarse, estiró las manos al frente y tocó una especie de pared cóncava y de madera, la recorrió con las yemas de los dedos cuidadosamente, de lado a lado y notó que le rodeaban el cuerpo, como si estuviese en una caja... "Un ataud!" contuvo el grito de terror al darse cuenta que estaba dentro de un ataud, lo habían sepultado vivo! El horror de tal descubrimiento hizo que gritase con todas sus fuerzas y se retorciera buscando la manera de salir de esa prisión para muertos, poco le importaba los profundos cortes que tenía por los fragmentos del cristal, solo deseaba salir, pero no podía, no había manera de abrir la tapa. Gritó hasta que su voz se rompió, hasta que sus prendas estuvieron húmedas por la sangre de las heridas, hasta que sus fuerzas no le dieran para más. Lloró infinitamente por haberle dedicado tanto tiempo a la meditación de los problemas y tan poco tiempo a trabajar para solucionarlos. Lloró por su familia, por sus amigos, y porque su corta vida terminaría ahi dentro. Ahogó sus gritos en el frío de la sangre derramada... y durmió eternamente.

Su lápida dice: día 03/mes 03. El año no es importante.

sábado, 1 de febrero de 2014

Bianca






“En la quietud mordaz de la penumbra, sus brazos florecían como jazmines lascivos”


Era la frase que repetía a cada instante, llevándome casi al borde del hastío, la repetía una y otra y otra vez, como un estribillo…

Acercándome a ella le susurre al oído -le disgustaban los sonidos fuertes-

- Cuéntame, que te ha sucedido? Porque repites eso una y otra vez?

- Están cerca, intentando llevarme, promete que no se los permitirás, promételo!

Me lo dijo con el miedo en sus ojos, y aferrándose con sus uñas como garras a la silla donde se sentaba, pude sentir su espanto, tanto que se sentí un molesto escalofrío recorrer mi espalda

- Está bien, está bien –dije sacudiéndome- pero sería oportuno decirme de quien debo yo protegerte

- De los difuntos, las ánimas del purgatorio…  -murmuró con voz trémula-

- Tonterías! mírate, ya tienes edad como para dejar de creer en esas bobadas

- No, esta vez es cierto, te lo contaré:

Salía de mi casa como todos los días camino al trabajo, los mismos colores, los vecinos de todos los días, mi maltrecho coche rojo. El cielo con ese tono tan profundo me producía satisfacción y felicidad. Ese día disponía de tiempo, así que iba camino al cementerio, para colocar unas flores en la tumba de mi madre, y arreglarla un poco. Compré las flores, esos claveles rojos que a ella le encantaban, y bueno, estaba arrodillada en su tumba, recortando los tallos de las flores cuanto sentí una espesa oscuridad que me rodeaba, pensé que me estaba quedando ciega, nunca había estado en una situación similar…

 Sus mejillas rosadas aun mantenían su color, pero era como una muñeca, sin vida, dio un suspiro, recitó el estribillo y una larga pausa

-Bianca? Continua, por favor

- Ese momento de penumbras me pareció un siglo, fue un segundo en el espacio donde me encontraba. –recordé de pronto mis clases de meditación, el vacio astral del que me hablaban vino a mi mente- luego, -siguió- en esa negrura un rayo de luz azul rasgó la pesada tela de la oscuridad, como si un ángel cortara con su espada aquella penumbra, tal vez fuera mi madre, Extrañamente me sentía sin peso, flotando en ese índigo intenso y fue entonces cuando comencé a verlos… -cantó su estribillo y su respiración se agitó- Eran cadáveres, que emergían de sus tumbas quebrando la quietud de esa Bruna. Parecían ramilletes de jazmines blancos que se encendían horadando las sombras. No sentía temor, era como si todo estuviera en su lugar. Los cadáveres-jazmines comenzaron a seguirme y a rodearme, a obstruirme el paso, repitiendo a coro el estribillo como un lamento. Fue entonces cuando sentí el primer tirón, una mano descarnada había arrancado mis dedos y se los llevaba a la boca absorbiendo el azul. Luego siguieron mis cabellos, mis brazos, mis ojos, todo mi cuerpo fue motivo de un festín en azul que encendía sus maltrechos esqueletos. Cuando quise levantarme…

- Señor, la hora de visitas ha terminado, si es tan amable, el médico necesita hablar con usted, sígame, las enfermeras se harán cargo de Bianca

Me guiaron por un estrecho corredor, todo pintado de blanco, por un momento pensé que así debe verse el camino del que hablan quienes regresan de la muerte, a cada tanto había puertas de metal con ventanitas para mirar el interior, a mi paso pude ver esas celdas; paredes acolchadas y personitas sumergidas en un vaivén de locura

-Es acá –me dijo-

-Ah, si gracias

-El doc saldrá pronto, mientras tome asiento

Me senté en una silla al frente de la puerta del “doc” como lo había llamado la enfermera, mi mente divagaba, “En la quietud mordaz de la penumbra, sus brazos florecían como jazmines lascivos”, el estribillo ya no era solo de Bianca, vaya, esta chica me lo ha metido a la cabeza, me dije esbozando una ligera sonrisa.

Un hombre robusto y de mi estatura abrió la puerta, me invitó a pasar; El cambio de ambiente resultaba chocante, ahí adentro había libros, las paredes color beige tapizadas de títulos, un escritorio de madera fina…

-Usted es el novio de Bianca, cierto?

-Si, lo soy, dígame, como se encuentra?

-Mire, el caso de su novia es realmente extraño, luego de revisar los exámenes que le practicamos no hemos notado ningún indicio de algún desorden mental, sin embargo, su comportamiento por momentos revela un severo caso de esquizofrenia

-Pero, no me ha dicho que no tiene nada?

- Es por eso mismo, un caso paradójico, mi recomendación es que Bianca continúe con nosotros unas semanas más, mientras se verifican los resultados de los exámenes

Deseaba salir corriendo con Bianca en mis brazos, pero yo no podía atenderla si algo llegara a suceder, así que accedí

- Bien, entonces por hoy eso es todo, puede venir a visitarla cuantas veces desee

- Muchas gracias, hasta pronto  

Salí con un gesto de inconformidad en el rostro, cerrando la puerta detrás de mí, y volviendo al inmaculado corredor en el que estaba, me encegueció la luz del sol y mi cuerpo se estremeció, dudé en seguir caminando pero mi celular había comenzado a timbrar... 


Han pasado ya 3 meses, y los doctores dicen que Bianca aun no debería salir, mientras tanto, a cada visita la noto más lánguida y pálida, diría que casi se funde con el eterno blanco de esas paredes, como es eterno el estribillo que está en nuestras mentes día y noche... día y noche...