lunes, 28 de abril de 2014

¡Click!



Dados, cartas, juegos de azar… el don que se me ha concedido: jamás en mi vida he perdido una apuesta, un juego, una partida, y, como consecuencia de la facultad que poseo: mansiones en cada paraíso de este mundo en decadencia, lujos, yates, mujeres, riquezas…
Me he habituado a ser un vencedor. Ya no son motivo de alegría los millones ganados en una partida de Black Jack, la misma rutina de todos los días, un ganador en la mesa, rodeado de hermosas mujeres, preciosas sin duda, pero vacías, interesadas únicamente en el grosor de mi billetera; por mis manos han pasado varias, sirenas, matrioskas, muñecas de trapo. Musas que seducen al hombre y lo llevan a sus nidos, hasta que finalmente como los cuervos que te sacarían los ojos, ellas extraen de tu cuenta el dinero mal ganado.
Nunca en mi vida hubiese siquiera pensado lo que pasa por mi mente en este momento, finalmente, siento que lo tengo todo, materialmente claro está, pero, ¿no es eso lo que anhela el hombre? Poder, fortuna, dinero. Ambición desmedida… ¡ah! ¡si aquellos hombres supieran!, ellos poseen riquezas más grandes que las que llenan mi casa; Seguramente podrán dormir plácidamente en la noche, sin preocuparse de un cuatrero o sicario que cobre altas sumas por su cabeza, podrán salir a la calle libremente, sin preocuparse de algún francotirador colgado en algún ventanal, esperando el momento perfecto…

***

Ahora lo vemos recostado en su estudio, con una copa del más fino cognac en una mano, y en la otra, un arma. Mirando e vacío y con tranquilidad toma una bala de plata, no se trata de ningún hombre lobo ni nada por el estilo, “cuando uno va a morir hay que hacerlo con clase” habría dicho seguramente. 
Coloca el reluciente proyectil en el tambor de la pistola, y, al introducirla, la bala refleja su entorno entre distorsiones y brillo... con un movimiento brusco hace girar el tambor, mientras por su mente se pasean recuerdos de una niñez lejana; cierra el tambor del arma; y medita por un momento su situación, examina con cautela los detalles del arma, incluso la huele, siente curiosidad por su inminente muerte… ¿Qué dirán cuando encuentren mi cuerpo? ¿A cuántos hará feliz mi fallecimiento?
El tiro de prueba. Toma el arma y apunta a la lujosa lámpara que cuelga del estudio, coloca su dedo en el gatillo y… ¡Click!  Retumba en el silencio él tiro vacio, los únicos testigos, un original de Rembrandt y la copa de cognac…
La hora ha llegado, el ganador tirará a la suerte su vida, como un triunfador que soy -pensó-, y hasta ahora no he fallado, la munición argenta traspasará mi existencia, veamos que sucede…
Abre la boca e introduce el arma en ella, con las dos manos la toma, ¡Nada de nervios! se dice a sí mismo, tenso, con un dedo en el gatillo, y un nudo en la garganta; Lo aprieta…
Click! Nuevamente vacio…
Retira el arma de su boca, bebe un sorbo de la copa, entre risa nerviosa y complacencia sombría, pero esta vez el licor sabe diferente… un último pensamiento cruza por su cabeza…
¿Debe complacerme el que aún conserve mi vida? ¿O debo acongojarme porque he fracasado?



lunes, 21 de abril de 2014

Fallech (III)




Un corro de niños se escucha a lo lejos, la penumbra absoluta revelar luz poco a poco. Primero colores, y luego formas difusas, son niños, o mejor dicho, somos niños; estamos todos en el patio de servicio de la mansión, al parecer he viajado en el tiempo, o es mi vida previa, no lo sé. Estamos todos tomados de las manos y cantando a gritos, yo también conozco los estribillos que cantan los demás niños, aunque en mi vida los había escuchado...


Fallech es ciego y mudo

Las sombras son su escudo
Se lleva a los niños
Los come con aliños
Y así inicia el juego
Escóndete del ciego!

Todos corrimos a escondernos dentro de la casa, me asombró lo bien que la conocía, la tenía grabada en mi mente, palmo a palmo, todo me era familiar, el cuadro del barco en la tormenta en el corredor, las ninfas medio desnudas que te miran desde el jardín en el cuadro de la sala principal… Mis pies y la ligereza de mi corta edad me dirigieron a la estancia más alejada de la casa, donde se guarda la mantelería y la vajilla para ocasiones especiales; esta estancia no se usa mucho, así que pensé que nadie me encontraría aquí.

Procuré hacer el menor ruido al ingresar para que el crujir de la madera del piso no delatara mi presencia, ya que si un adulto se enteraba  que estaba en esa habitación me sacaría tomándome de las orejas mientras me advierte que no debo estar ahí porque puedo romper algo de la valiosa cerámica celosamente guardada.

Me escondí detrás de una pesada cortina con labrados geométricos, y tuve tanta suerte de que una polilla haya carcomido un pequeño agujero que me permitiría ver desde mi seguro escondite si alguien ingresa en la habitación.

***

Ya ha pasado algún tiempo, no sé cuánto, y yo sigo aquí esperando a que me encuentren; yo sabía perfectamente que quién nos buscaba no era humano, Fallech no era para nada humano, era mudo y ciego, solamente conocía eso, no tenía idea de su aspecto.

Al ver que ya había pasado un tiempo considerable sin que nadie me encontrase me disponía a salir de mi escondite a ver qué había sucedido, justo en ese momento fue cuando vi una figura raquítica que daba tumbos por las paredes mientras gruñía en voz baja, lo vi entrar en la habitación, ¡Era Fallech! Un ser calvo y viejo, de piel tan clara que reflejaba intensamente la luz, sus ojos estaban totalmente cubiertos por una densa nube blanca, yo lo vi por el agujero en la cortina, lo vi cuando se paró en frente mío sin advertir mi presencia, olía a tierra mojada, a hierba y barro podrido.

Fallech se movía silenciosa y lentamente por la habitación, tocaba las cosas como intentando dibujar mentalmente todos los objetos con detalle. Su pútrido olor se volvió tan penetrante que tuve que contener la respiración para evitar una arcada por el asco que me producía aquel hedor; Fallech no debía verme, no debía saber dónde estoy, me llevaría consigo si me descubre…

Mis pulmones ya habían consumido casi todo el oxígeno de la bocanada de aire que había tomado cuando Fallech entró. Necesitaba respirar nuevamente, ¡y con urgencia! Pero no podía, el mínimo sonido alertaría a Fallech y me encontraría, debo ser fuerte y aguantar, ¡pero no puedo sostener mi respiración por mucho más!

Por algún motivo Fallech no volvió a acercarse a las cortinas, ni las tocó, puede que no se percató de su existencia. Él había terminado ya de recorrer con sus huesudas manos todos los muebles, de modo que se disponía a salir de la habitación con su lento caminar; yo no pude contener más el aliento y me arriesgué a soltar lentamente el aire por la nariz, esperando que Fallech no me escuche, y así lo hice, lentamente exhalaba, todo parecía ir bien, Fallech se dirigía a la puerta y pareció no escucharme… ahora, inhalar de nuevo, lentamente para no hacer ruido, tendría que aguantar aspirar el desagradable aroma que ya había inundado la habitación, pero no fui capaz de hacerlo tan silenciosamente. Cuando me dispuse a inhalar Fallech se detuvo, ¡me había escuchado! Me quedé a medio camino de llenar mis pulmones. La mezcla del susto por ser escuchado, el olor a podredumbre y la necesidad de oxígeno hicieron que tomara un sorbo de aire involuntariamente ruidoso... Es muy tarde, él ya sabe que estoy aquí, me escuchó ¡y ahora se dirige hacia mi escondite!

***

Siento calor en mi frente y algo que se escurre por mis cejas, ¡es sangre! Recuerdo que Shachath ¡me había perforado el cráneo!, el dolor acaba de llegar, veo nubes de colores, mis oídos captan un tono agudo similar a un zumbido molesto…  Quedo tendido en el piso mientras Fallech se acerca a mí, es el fin. Él se sienta en mi pecho y con sus dedos extrae mi cerebro por el pequeño agujero y se lo come. Todo se desvanece, el silencio llega y la oscuridad inunda mis ojos.



**** Informe del Forense ******


Hombre de mediana con edad un hoyo de 4cm de diámetro en la frente, el cerebro ha sido extraído en su totalidad, encontrándose la cavidad craneal completamente vacía.
El hombre fue hallado hoy, a las 3pm, recostado sobre su cama, no da muestras de forcejeo ni existen rastros de sangre a la vista, las paredes de la habitación se encuentran recubiertas con extraños símbolos y grafos, al parecer el hombre ha sido víctima de alguna secta satánica.


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- Aquí tiene detective, entregue este informe en la comisaría y comunique lo antes posible a los dueños de la mansión.

-  Así lo haré jefe.

Una cosa más, ¿vio usted a la cabra que está en el patio trasero? Busque alguien que se haga cargo de ella, ese golpeteo que hace contra el muro me está provocando una migraña, esa cabra debe estar loca.


- No la culpo jefe, no debe haber comido en días, pobre, mírela, está lamiendo el muro.


miércoles, 16 de abril de 2014

Fallech (II)


(Para acompañar la lectura, cover de IriaVintage)

Tras la rutina de aseo de toda la vida me dispongo a meterme en la cama, mientras en mi cabeza solo ronda el nombre que había visto inscrito en la piedra. Ya con las mantas encima y mi cabeza sobre la acolchada almohada me dispuse a disfrutar del sopor consciente que nos brindan los primeros minutos de sueño.


¡Una brisa! Un ligero soplo tibio del aire círculo ahora mi habitación, la extraña sensación de movimiento me hace abrir los ojos y puedo ver que las cortinas son empujadas por el viento con la gracia del vestido de una bailarina, puedo ver también a través de la ventana una pequeñísima porción del oscuro cielo nocturno, es una noche clara, no de luna, pero una tenue luz difusa inunda el patio y por ende mi habitación.

Volví a concentrarme en el tan ansiado sueño, aunque por momentos deseo ya que llegue el alba y poder continuar con mis investigaciones. De vez en cuando la brisa me roza la frente, como cuando una madre cuida a su hijo y le toca las sienes para verificar si tiene fiebre, así la brisa me toca, me da abrazos sin manos…

El soplo del viento que se cuela por la ventana también tiene su ritmo, y hasta me parece que susurra y tiene eco. Puede ser que la idea de encontrar algo fantástico detrás del nombre de Fallech me come tanto la cabeza que hace que imagine cosas, pero estoy casi seguro que de cuando en cuando el viento silabea su nombre ”fffaaa” dice en tono apagado, y luego de un descanso vuelve con un eco bajísimo “lleeech”.

Lejos de asustarme, estos susurros del viento se convirtieron en un arrullo constante que me llevó de nuevo a la levitación de sopor previo al sueño… y entonces un acorde, un sonoro grupo de notas seguido de su dulce eco irrumpió en mi habitación, solo eso, luego el silencio absoluto… He de reconocer que llegado a este punto desconozco si las experiencias por las que estoy pasando corresponden a un sueño o a la realidad, ya que el estado de cansancio y las tretas que nos juega el cerebro habían hecho difusas las fronteras entre el sueño y la vigilia, de modo que escuchar un acorde en el silencio de la noche y en ese estado no es para darle tanta importancia.  

Tampoco tengo conocimiento de si mis ojos están abiertos o cerrados, lo único que veo es la lámpara victoriana que cuelga del techo y cuyas lágrimas de cristal reflejan la escasa luz que se filtra por la ventana y parpadean como las mismísimas estrellas del cielo abierto. Todo esto constituye el más dulce de los momentos que he podido experimentar en mi vida hasta ahora... boca arriba, mirando fijamente el techo y la lámpara que de él cuelga veo que todo se va desvaneciendo en la penumbra, como un espiral que va reduciendo mi campo de visión hasta un minúsculo punto… y luego, la oscuridad absoluta.

***


Siento que me acarician la frente, así que abro los ojos y reconozco a Shachath sentado al borde de mi cama, sé que es el ángel hebreo de la muerte porque yo mismo lo vi cuando mi madre estaba a punto de morir, lo vi en primera persona cuando recogió su alma y cortó el cordón de plata que unía el alma de mi madre con su maltrecho y moribundo cuerpo.


Las lecturas e historias que conocía acerca de este ángel me habían enseñado a callar cuando se presentara, uno debía simplemente limitarse a responder a la pregunta: “¿Estás listo?” Cuando nos la formularan, si se responde de forma afirmativa el ángel sellará el pacto con un beso, y esto será el fin de la vida. 

Yo no estoy enfermo, tampoco tengo ningún enemigo que desee asesinarme; y de ninguna manera (pienso yo) me encuentro al borde de la muerte como para que Shachath se acerque a visitarme. El ángel me mira fijamente, está tan cerca de mí que puedo ver reflejada mi expresión de asombro y miedo en sus blancas córneas, no tengo idea de cuánto tiempo ha pasado desde que apareció y nos miramos cara a cara, contando con esta es la quinta vez que intento moverme, pero no puedo ¡estoy paralizado!, tampoco puedo articular palabra alguna, lo único que puedo hacer es mirar a Shachath esperando explique a este mortal su divina presencia.

“Advertencia” me dijo en una dulcísima voz mientras con dos dedos tocaba el centro de mi sudorosa frente. Aprovechó mi sobresalto y el estado de petrificación en el que me encontraba para perforar con ese par de dedos mi cráneo, sentí claramente el crujir del hueso roto, pero la sensación de dolor nunca llegó. La expresión solemne de Shachath nunca se modificó, bien pudo estar ilusionado de realizarme aquella trepanación o sentir en su carne el dolor que yo no experimenté, de todas maneras no había modo de saberlo.

Siento su dedo frio directamente sobre mi cerebro, e imagino la escena desde dentro, todo eso me produce una repulsión enorme, tanto que estoy sudando frío nuevamente. Siento escalofríos, nauseas, y de nuevo esa sensación de adormecimiento y el espiral previo a la penumbra…


lunes, 14 de abril de 2014

Fallech (I)




Los condes me han confiado su propiedad básicamente por dos cosas: saben que soy un hombre de fiar, honesto y honrado. Y también porque desean que realice un informe histórico de la construcción. Y bueno, es a lo que me he dedicado estas semanas… Nada nuevo con la estructura de la casa: las típicas gruesas paredes de barro, techos exageradamente altos y ventanales estrechos, todo cubierto con una gruesa costra constituida por las capas de pintura blanca que los dueños de la mansión hacían aplicar a los muros cada año. Lo especial de este lugar es que la mansión integra en su arquitectura un pequeño patio de servicio en la sección posterior a la casa.

La verdad es que el patio transmite cierta serenidad, la cual creo debe ser otorgada por la pulcritud de las altas paredes que rodean el patio, o por la estrecha entrada en forma de arco con marcos de piedra rústica. Cuando uno se para sobre el espiral del piso decorado con piedras de río y huesos de espina de caballo uno puede levantar la vista y sentirse tan diminuto, como si viviese dentro de una caja. La vista del cielo se remite a un diminuto cuadrante donde las nubes realizan su recorrido como evitando ser vistas al pasar, y la brisa que se filtra por el tejado forma un pequeño remolino en el centro del patio, el cual es más notorio cuando el viento lleva consigo polvo desde lejanos lugares.

En ese patio vive la mascota de la familia, una cabra negra con una cornamenta que podría muy bien ser confundida con el marfil. El contraste entre la nitidez alba de las paredes con el oscuro pelaje del animal otorgaban un aire bizarro y misterioso al ya místico lugar. Me habían encargado alimentar al animal, y hoy en la mañana cuando me dirigía a hacerlo he visto a la cabra golpear uno de los muros del patio con insistencia, de tanto en tanto descansaba para lamer el muro que desprendía tierra con cada golpe. En mis adentros pensé que el comportamiento del animal era normal, mi intuición me decía que al ser un animal de granja y estar encerrado en ese lugar le producía cierto estrés que liberaba golpeando el muro. Puse su comida en un recipiente destinado para el efecto, cambié el agua del cuenco y salí del patio a continuar con mis deberes.

Al seguir investigando sobre la construcción pude determinar que la casa era una modificación de una edificación anterior, ya que el estilo en ciertas zonas de la mansión no coincidía con el resto. La casa en su inmensa magnitud posee en total once ventanas: diez de las cuales dan al patio principal, y una sola, la que pertenece al cuarto que había elegido para dormir, da al patio trasero. Desde esta ventana observaba cada mañana a la cabra y sus constantes embestidas al muro.

Esta mañana precisamente, mientras redactaba el informe para el conde, escuché las embestidas de la cabra a un volumen más alto que el habitual. Ya no sonaba ese golpe sordo de barro y cuernos al que me había acostumbrado, esta vez era un golpe seco y sonoro, que producía eco en el estrecho patio. Me asomé a ver de qué se trataba: la cabra había destrozado la pared llegando hasta un muro de piedra que supuse sería parte de los cimientos de la casa. Bajé al patio a intentar tranquilizar al animal, que parecía frenético y empecinado en su tarea de embestir el muro, cuando llegué ya se había hecho daño, tenía un cuerno fisurado y su cráneo ya se encontraba sangrando, pude ver en esas negras pupilas horizontales una mezcla de terror y odio que me heló la sangre, bastaron unos segundos para que desviara toda su atención en mí, buscando embestirme y hacerme daño, no pude atarlo a ningún lado, y tuve que salir del patio para protegerme, dejando al animal solo y esperando que el dolor le haga desistir de su labor.
Regresé al estudio, pero no logré concentrarme puesto que el golpeteo constante martillaba también mi cabeza, llegando al punto de sentir como si yo mismo estuviese dándome de golpes con la fría roca. El constante estruendo duró hasta el atardecer; eran ya las 6pm cuando el silencio llegó, supuse que la cabra se había agotado, así que me asomé a la ventana. El animal yacía en medio de un charco de sangre, bajé rápidamente al patio esperando que la cabra estuviese aún viva y poder hacer algo para atenderla, pero ya era muy tarde, su cornamenta estaba destrozada y su cráneo se había partido por la mitad, regando sus sesos en el piso…

Ahí estaba yo, escuchando el silbido del viento en el pulcro patio y con las rodillas enrojecidas por la sangre del animal. Por primera vez desde que había llegado a esa casa reparé en una inscripción en el muro de piedra: “FALLECH”. No podría tratarse de una tumba porque no había rastros de una fecha o epitafio, simplemente era la palabra cincelada por un par de manos no muy hábiles… No pude hacer nada más para investigar aquello ya que estaba oscureciendo, así que me retiré a mi dormitorio a tratar de descifrar mi nuevo hallazgo. No encontré nada relacionado con ese nombre en la historia de la casa, así que me fui a dormir esperando al día siguiente recoger los restos de la cabra y tal vez encontrar una nueva pista que no haya visto en el muro.


sábado, 5 de abril de 2014

Alicia, ¿A qué sabe la sangre?



No me cabe la menor duda, el bulto tembloroso que se recoge en esa esquina es Alicia, mi mejor amiga, solo la distingo como una enredadera de brazos y piernas envuelta en una bata blanca, recogida, sudorosa, temblando. Intenté acercármele para ayudarla, mas su reacción fue un grito apagado acompañado de sollozos y balbuceos, lo único que pude oír en medio de llantos fue un “… no, déjame”


No tengo idea del porque estoy en esta habitación, ¿Una broma de mis amigos? ¿Intentaron secuestrarme?; Todo lo que veía a mi alrededor relucía de un blanco profundo, se asemejaba mucho a un quirófano, las luces, los utensilios médicos… si no fuera por esas repugnantes marcas de manos ensangrentadas en las paredes podría jurar que van a operar a Alicia, y que estoy aquí para ofrecerle mi apoyo; El lugar está inundado de un olor herrumbroso y profundo que reconocí de inmediato, ese hedor penetrante era ni más ni menos que sangre fresca…

Volviendo a mi situación, ¿Qué hago yo con ese escalpelo en mi mano? Reluce tanto como todos los demás instrumentos de aquel lugar. Perturbado por la imagen de mi mismo sosteniendo prácticamente un arma lo dejé caer el al piso, y en ese silencio, el ruido que produjo fue ensordecedor, como grandes campanas que me tocaran al oído, en el suelo el bisturí brillaba, abstraído lo miré por un buen tiempo, hasta que de reojo pude ver una diminuta tilde color vino en mi ropa, que al enfocar mejor mi visión no era la única, al lado había otra, y otra, una más grande, cuando me logre ver por completo… ¡Estaba bañado en sangre!. Dios mío, Susurre, que me ha pasado…

Aterrorizado por mi propia imagen empapada, caí de rodillas al suelo, y empecé a enlazar un recuerdo con otro… imágenes a gran velocidad atravesaban mi mente, veía bisturís, cortes, escuchaba gritos desesperados y sollozos ahogados en sangre; Todo esto me erizaba la piel y hacia que casi me desmayara; Nunca fui tolerante a la sangre, odiaba el verla, el percibirla… es por eso que una imagen me llenó de sorpresa. Me veía a mí mismo, degollando a una niña, cuando un chorro de líquido saltó a mis labios, lo saboree, era dulce, ligera y metálica, me sorprendió de sobremanera que el sabor me resultara agradable y me llenara de bríos.

De un golpe abrí los ojos, y recordé con la velocidad de un rayo las razones de mi estadía en aquel lugar. Estiré mi mano para recoger el bisturí del piso, y con gesto felino me incorporé, decidido, tomé a Alicia por el cuello y la levanté a unos centímetros del piso, ella se retorcía por la falta de aire, me golpeaba en un inútil intento de escapar; La violencia de mis actos combinada con la desesperación de Alicia por soltarse hicieron que la bata que llevaba se suelte y caiga al piso. En ese momento, con una mano en su garganta, y en la otra el bisturí, grité resuelto a hacerlo…

El despertador anunciaba la mañana, desperté aparatosamente enredado entre las mantas, vaya, un extraño sueño, pensé… me incorporé en mi cama con un cansancio enorme, y levantándome lentamente me dirigí al baño, al abrir la puerta y verme en el espejo me llevé un gran susto, mi cara tenia moretones y rasguños, me acerqué a mirarme más detenidamente, y me vi, con unos labios color vino-violeta y el sabor metálico en mi boca.