Los condes
me han confiado su propiedad básicamente por dos cosas: saben que soy un hombre
de fiar, honesto y honrado. Y también porque desean que realice un informe
histórico de la construcción. Y bueno, es a lo que me he dedicado estas
semanas… Nada nuevo con la estructura de la casa: las típicas gruesas paredes
de barro, techos exageradamente altos y ventanales estrechos, todo cubierto con
una gruesa costra constituida por las capas de pintura blanca que los dueños de
la mansión hacían aplicar a los muros cada año. Lo especial de este lugar es
que la mansión integra en su arquitectura un pequeño patio de servicio en la
sección posterior a la casa.
La verdad
es que el patio transmite cierta serenidad, la cual creo debe ser otorgada por
la pulcritud de las altas paredes que rodean el patio, o por la estrecha
entrada en forma de arco con marcos de piedra rústica. Cuando uno se para sobre
el espiral del piso decorado con piedras de río y huesos de espina de caballo
uno puede levantar la vista y sentirse tan diminuto, como si viviese dentro de
una caja. La vista del cielo se remite a un diminuto cuadrante donde las nubes
realizan su recorrido como evitando ser vistas al pasar, y la brisa que se
filtra por el tejado forma un pequeño remolino en el centro del patio, el cual
es más notorio cuando el viento lleva consigo polvo desde lejanos lugares.
En ese
patio vive la mascota de la familia, una cabra negra con una cornamenta que
podría muy bien ser confundida con el marfil. El contraste entre la nitidez
alba de las paredes con el oscuro pelaje del animal otorgaban un aire bizarro y
misterioso al ya místico lugar. Me habían encargado alimentar al animal, y hoy
en la mañana cuando me dirigía a hacerlo he visto a la cabra golpear uno de los
muros del patio con insistencia, de tanto en tanto descansaba para lamer el
muro que desprendía tierra con cada golpe. En mis adentros pensé que el
comportamiento del animal era normal, mi intuición me decía que al ser un
animal de granja y estar encerrado en ese lugar le producía cierto estrés que
liberaba golpeando el muro. Puse su comida en un recipiente destinado para el
efecto, cambié el agua del cuenco y salí del patio a continuar con mis deberes.
Al seguir
investigando sobre la construcción pude determinar que la casa era una
modificación de una edificación anterior, ya que el estilo en ciertas zonas de
la mansión no coincidía con el resto. La casa en su inmensa magnitud posee en
total once ventanas: diez de las cuales dan al patio principal, y una sola, la
que pertenece al cuarto que había elegido para dormir, da al patio trasero.
Desde esta ventana observaba cada mañana a la cabra y sus constantes embestidas
al muro.
Esta mañana
precisamente, mientras redactaba el informe para el conde, escuché las
embestidas de la cabra a un volumen más alto que el habitual. Ya no sonaba ese
golpe sordo de barro y cuernos al que me había acostumbrado, esta vez era un
golpe seco y sonoro, que producía eco en el estrecho patio. Me asomé a ver de
qué se trataba: la cabra había destrozado la pared llegando hasta un muro de
piedra que supuse sería parte de los cimientos de la casa. Bajé al patio a
intentar tranquilizar al animal, que parecía frenético y empecinado en su tarea
de embestir el muro, cuando llegué ya se había hecho daño, tenía un cuerno
fisurado y su cráneo ya se encontraba sangrando, pude ver en esas negras pupilas
horizontales una mezcla de terror y odio que me heló la sangre, bastaron unos
segundos para que desviara toda su atención en mí, buscando embestirme y hacerme
daño, no pude atarlo a ningún lado, y tuve que salir del patio para protegerme,
dejando al animal solo y esperando que el dolor le haga desistir de su labor.
Regresé al
estudio, pero no logré concentrarme puesto que el golpeteo constante martillaba
también mi cabeza, llegando al punto de sentir como si yo mismo estuviese
dándome de golpes con la fría roca. El constante estruendo duró hasta el
atardecer; eran ya las 6pm cuando el silencio llegó, supuse que la cabra se
había agotado, así que me asomé a la ventana. El animal yacía en medio de un
charco de sangre, bajé rápidamente al patio esperando que la cabra estuviese aún
viva y poder hacer algo para atenderla, pero ya era muy tarde, su cornamenta
estaba destrozada y su cráneo se había partido por la mitad, regando sus sesos
en el piso…
Ahí estaba
yo, escuchando el silbido del viento en el pulcro patio y con las rodillas
enrojecidas por la sangre del animal. Por primera vez desde que había llegado a
esa casa reparé en una inscripción en el muro de piedra: “FALLECH”. No podría
tratarse de una tumba porque no había rastros de una fecha o epitafio,
simplemente era la palabra cincelada por un par de manos no muy hábiles… No
pude hacer nada más para investigar aquello ya que estaba oscureciendo, así que
me retiré a mi dormitorio a tratar de descifrar mi nuevo hallazgo. No encontré
nada relacionado con ese nombre en la historia de la casa, así que me fui a
dormir esperando al día siguiente recoger los restos de la cabra y tal vez
encontrar una nueva pista que no haya visto en el muro.
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